viernes, octubre 8

super Mario*

Al prender la tele ayer en la mañana, me enteré de una noticia feliz: le habían otorgado, por fin, el Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa.

En todo el día de ayer he estado leyendo noticias al respecto de ello: de cómo MVLL recibió el anuncio en Nueva York a las 5.30 a.m., de cómo creyó al principio que se trataba de una broma, de cómo dijo en una conferencia de prensa: "el Perú soy yo". Ya antes otro peruano había dicho aquello. Me refiero a Abraham Valdelomar que, ufano, expresó su superioridad con la vanidad que lo caracterizaba. En esta ocasión, creo que MVLL lo dijo con un profundo sentimiento de gratitud y orgullo por su tierra.

He estado tratando de recordar cuál fue la primera obra que leí del gran MVLL. Creí que había sido, como muchos de mis compatriotas, la famosa La Ciudad y los Perros. Pero luego caí en cuenta que en realidad fue el primer capítulo de La Guerra del Fin del Mundo (libro que casualmente es, por estos días, mi libro de cabecera).

En mi recordada escuela primaria, la escuelita del Sr. Hidalgo, me dieron a leer un texto de Editorial Santillana. No recuerdo si era Capulí o Amanecer. En fin, en uno de ellos, había un cuento con un título que no recuerdo pero que definitivamente no era La Guerra del Fin del Mundo. Al leerlo recuerdo que contaba las andanzas de un tipo flaco y alto por desiertos y pequeños pueblitos del Norte del Brasil. Es ahí donde tuve mi primer acercamiento con su obra, aunque tengo que decir que no le tomé mucha importancia. Más me atraían las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma que eran más divertidas y fáciles de leer.

Con el tiempo quedé escandalizado de lo que hacían los perros en el Leoncio Prado; algo asqueado con las borracheras de las cantinas y huecos andinos donde se paseaba Lituma; fascinado por la vida política de un pez que no estaba en sus aguas; asustado por las torturas de los caliès en la Era de Trujillo; encantado de conocer Grocio Prado en Chincha y con ganas de conocer las ruinas de esa chingana llamada La Catedral; encolerizado con el Niño Bueno por querer tanto a la pendenciera Niña Mala; y actualmente aun no sé si Rufino matará al pelirrojo por haberlo deshonrado al tomar a Jurema.

No he leído ni la tercera parte de MVLL. Pero estoy seguro que antes de estirar la pata (que espero que no sea taaan pronto, pero tampoco taaaaaaaaan lejos) leeré toda su obra.

MVLL también ha influenciado en parte mi posición política. Lejos del análisis profundo, creo que el liberalismo pondera al ser humano y su capacidad de decisión sobre su cuerpo y sociedad. Aunque a este punto sería bueno recordar lo que dijera el filósofo gringo tío Ben Parker "un gran poder conlleva a una gran responsabilidad", que algunos tal vez no podamos sobrellevar.

También creo que ese gusto por lo francés, lo he heredado de MVLL. El día que esté sentado en le Café de la Paix, lo haré con un libro del Nobel de Literatura y espero oír al mismo tiempo La Vie en Rose. Sería lo más!!!!

Finalmente un comentario sobre la fotografía. Me da mucho gusto saber que la primera exposición que hubo en la Casa O'Higgins, casona limeña que participé en su restauración, fue la de la obra de MVLL. El afiche que se ve, cuelga de la portada de la casona de la cual ya tendré algún detalle adicional en una futura entrada.

* Lamentablemente el título de ésta entrada no se me ocurrió a mi. Lo he copiado del blog del escritor chileno Alberto Fuguet, quien genialmente, refiriendose al Nobel de MVLL, dijo: Hay esperanzas...los buenos pueden y a veces hasta ganan x)